MARIANO MOLINA

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TEXTOS

MARIANO MOLINA: entre presencias y ausencias

Por Victoria Verlichak - Curadora de la IX Bienal de Cuenca en representación Argentina - Texto del catálogo de la IX Bienal de Cuenca, 2007

 

 



Mariano Molina es un coleccionista de imágenes a las que otorga nuevos y sorprendentes sentidos, a través de una producción que, advierte, pone “en evidencia pictóricamente los efectos tanto fotográficos como digitales” de las mismas. Para realizar su potente mural en la ciudad de Cuenca, Ecuador, el artista eligió una típica imagen de la Costanera Norte donde se insinúa tenuemente el Rio de la Plata. El título de la obra, Cuenca del Plata, plasmada en la pared de La Espadaña, no describe la cuenca hidrográfica del Rio de la Plata, ubicada mucho más al norte de Buenos Aires, sino que une conceptualmente a la ciudad sede de la Bienal con la gran urbe que surge a espaldas de la inmensa franja color león.

 

La imagen del mural pintada en único tono –gris como el de un gran afiche de antaño, pero también gris como la contaminación que envenena al río- representa a algunos caminantes y aficionados a la pesca, parte del tradicional paseo junto al litoral. Molina apenas sugiere la apariencia de este espejo de la vastedad del territorio –cuya línea de horizonte luce tan infinita como la que vieron los conquistadores en tierra- donde se asienta la ciudad, acaso, porque en tiempos recientes ha cobrado nuevos significados.

 

El Rio de la Plata es sepultura de un número ignorado de personas desaparecidas –de identidad igualmente desconocida- arrojadas allí desde aviones durante la última dictadura militar (1976-1983). En sus bordes porteños crece el Parque de la Memoria que recuerda esa tragedia argentina, junto a la Costanera Norte, y, a escasos kilómetros hacia el sur, surge el barrio más nuevo y exclusivo de Buenos Aires, Puerto Madero. Pero este río y su orilla, alternativamente celebrado, vituperado y recuperado para el público con la democracia, también es un espacio cultural repleto de significaciones para uruguayos y argentinos, hermanos rioplatenses.

 

 

Molina trabaja a partir de fotografías que poseen un innegable valor simbólico, combinado digitalmente sus visiones de la Costanera y creando una nueva composición, proyectada luego sobre el muro y la tela. El artista reemplaza los contornos por sombras difusas, convirtiendo las imágenes iniciales en registros borrosos y emotivos. Así, las espléndidas configuraciones de esta “Cuenca del Plata” aparecen como presencias eternamente plagadas de sobrecogedoras ausencias.