Imagen y artificio.
Mariano Molina es reconocido por sus doblemente fantásticas ?por asombrosas e ilusorias? pinturas de muchedumbres en movimiento o en actitud contemplativa. El artista sostiene que no busca multitudes, éstas lo encuentran a él. Por azar está en Nueva York el 11 de septiembre 2001, cuando el terrorismo destruye las torres gemelas del World Trade Center, y por trabajo se encuentra en Plaza de Mayo el 19 de diciembre de ese año, cuando la marea humana se agolpa protestando en el lugar. Así, cámara en mano filma a racimos de personas desorientadas deambulando por la zona sur de Manhattan y retrata las turbulentas manifestaciones en torno a la plaza en Buenos Aires. ?Encontré en esas concentraciones ciertas vibraciones y estímulos ópticos particulares, por eso comencé a utilizar éstas imágenes como fuente documental?, dice el artista.
Durante esos infaustos días de diciembre de 2001 se quiebra algo más que el orden constitucional. Miles de micro historias dan cuenta de pérdidas y euforias, batallas y nuevos comienzos. Molina, como tantos, entra en un período de crisis que paraliza durante unos meses su trabajo artístico. Superado el momento, el artista retoma su pintura con renovado ímpetu e incluye en sus telas sus vivencias íntimas y sus experiencias públicas.
Para las pinturas de ?Reflexiones sobre la imagen? Molina vuelve a trabajar a partir de fotografías propias o ajenas, que modifica digitalmente y despoja de su carga simbólica y contexto original. Reemplaza las presencias por múltiples y efectivas sombras de colores, o blanco y negro, convirtiendo las imágenes en registros pictóricos atractivos y borrosos.
Enfrentadas y repetidas, las tres o cuatro imágenes de esta serie se vuelven irreconocibles gracias a los alucinados juegos de espejos y de colores, de entramados con círculos o cuadrados, que las ocultan y, a la vez, las descubren. Según desde donde se las mire, las imágenes ?incluso en dípticos y polípticos? cambian su intensidad y adquieren nuevos y potentes significados. Envueltas en un halo de bruma, las palpitantes pinturas de Molina conservan su fecundo enigma.
Por Victoria Verlichak
Prólogo del catálogo Reflexiones sobre la imagen octubre 2006
