MARIANO MOLINA

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TEXTOS

MARIANO MOLINA: y el mundo de su juego de palabras

Carlos M. Luis

 

El Nuevo Herald – octubre 2005



La exposición que el joven pintor argentino Mariano Molina está mostrando actualmente en la galería Praxis es un buen ejemplo de las prácticas sinestésicas que han ocurrido en el arte moderno. En el caso de este pintor se trata de crear una combinatoria entre proyecciones fotográficas llevadas al lienzo y su tratamiento con el acrílico. El resultado que producen trasciende la temática de las fotos para crear efectos plásticos que llegan, en algunos casos, a la abstracción. Las imágenes --por lo general de acontecimientos contemporáneos (aunque no todos)-- se convierten en cómplices de un concepto mucho más amplio.

A pesar de las alusiones al ''Pop'' hechas con relación a una exposición suya anterior, en el caso de este pintor se trata de capturar el suceso con intenciones de convertirlos en imágenes de pura recreación. Ahí yacía su poder (mediante lo repetitivo) de su testimonio como íconos de una sociedad de consumo. En cambio, para Mariano Molina su preocupación, en tanto que pintor, consiste en borrar la inmediatez de la fotografía para crear una atmósfera, llamémosla impresionista, en torno a la misma. Sin embargo no son los efectos cambiantes de la luz, como le ocurriera a Monet, lo que lo lleva a crear en sus obras esas tonalidades de color cubiertas con una especie de niebla. Es más bien una delicada investigación acerca de las posibilidades cromáticas del mismo (sin ayuda de las variantes de la luz) que lo lleva a producir su propia alquimia del color.                            

En algunos cuadros de la exposición, la composición obedece a las estructuras de un juego de ajedrez o de crucigramas. El resultado visual que producen es de un equilibrio que sólo el contenido de las imágenes que están en contrapunto con los espacios vacíos, logra alterar. En ese sentido pienso que el pintor juega como el título de la presente exposición sugiere. Por un lado se encuentra la limpieza de los colores primarios y por el otro el dislocamiento de las figuras que pueblan sus espacios. Entre ambos se establece un juego que el artista le propone al espectador que siga con su mirada. Al mismo tiempo el juego entre World y Word es una clave que el artista nos brinda para que interpretemos su obra mediante el equívoco que se establece entre ambas palabras.

Por otra parte si de lejos contemplamos sus cuadros, en muchos casos vemos sus personajes diluirse hasta formar manchas que podemos percibir como abstractas. Es precisamente en ese momento en que comprendemos el título del crítico Luis Felipe Noé que da a su ensayo acerca de la obra de Mariano Molina: El sonido del color. Los museos Hirshhorn de Washington DC y el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles acaban de presentar una importante exhibición titulada Visual Music. En el catálogo de la misma sus curadores insistieron en la tendencia que existió desde los comienzos del siglo XX (y aún antes con los impresionistas, por ejemplo) de integrar la música a la pintura. Este es un hecho que se remonta a tiempos más lejanos donde además influyeran las corrientes ocultistas que han dominado el pensamiento occidental. No tiene entonces por qué sorprendernos que Luis Felipe Noé 'escuchara' en los colores de Mariano Molina una afinidad con la música de ahí que al referirse a su pintura expresara lo siguiente:

``No se trata de deshacerla, ni de convertirla en abstracta. La imagen se convierte en vibración. Y aquí la clave de su emotividad pese a su voluntario distanciamiento. Así como en música se habla del color del sonido, en la obra de Mariano Molina se podría hallar el sonido del color''.

Si bien es cierto que Mariano Molina no intenta penetrar de lleno en el mundo de la abstracción, también no deja de ser cierto que al envolver sus pinturas con esas gamas nebulosas, abre el camino hacia la abstracción. Lo mismo ocurre en muchas de las grandes obras de Turner o de Monet donde a la distancia aparecen como extensiones de puro color sin relación alguna con la realidad que pretenden reproducir. Esto nos lleva entonces a otro aspecto de su obra: el juego de las distancias. El pintor nos obliga a crear un espacio intermedio entre el espectador y el cuadro: al alejarse, éste ve una cosa distinta a la que aparece cuando se acerca. Es sin duda un juego bien logrado que define positivamente una obra que nos seduce desde el primer instante en que tomamos contacto con la misma.

La exposición de Mariano Molina, Wor(l)d Game, se extiende hasta el 31 de octubre en la galería Praxis, 2960 Ponce de León Blvd. Coral Gables